La historia de las imágenes forenses
La radiografía se descubrió en 1895 y la primera aplicación forense de esta tecnología se produjo el mismo año en que se utilizó para localizar proyectiles. Durante los años siguientes, las radiografías se integraron completamente en la práctica diaria de la patología forense y se convirtieron en un requisito para la acreditación de médicos forenses.
La tomografía computarizada (TC) de rayos X se desarrolló en 1974 como la progenie de los rayos X y permitió una serie de imágenes bidimensionales para dar una perspectiva tridimensional. La tecnología de TC avanzó rápidamente desde la adquisición de cortes secuenciales hasta volúmenes completos en alta resolución (TC en espiral con múltiples detectores) que podían reconstruirse en múltiples planos. Los avances en el procesamiento informático y el almacenamiento de datos incorporados en los sistemas de comunicación y archivo de imágenes (PACS) llevaron a la tecnología "sin película" y permitieron la revisión sobre la marcha de miles de imágenes, incluidas reconstrucciones multiplanares y tridimensionales.
Los escáneres de imágenes por resonancia magnética (IRM) también se desarrollaron en la década de 1970 y se integraron en la práctica de la medicina en la década de 1980. Esta tecnología utiliza un campo magnético creado por una fuerte bobina magnética para alinear los protones de hidrógeno del cuerpo y las ondas de radio para excitar los protones de modo que emitan ondas de radio. Las diferencias entre cómo los protones en diferentes tejidos se excitan y emiten radiofrecuencias crean imágenes. Estas imágenes también se revisan con estaciones de trabajo PACS.
Si bien la medicina clínica se apresuró a evaluar y adoptar estas tecnologías, la patología forense tardó en seguir su ejemplo en gran parte debido a los presupuestos gubernamentales inadecuados y la percepción de que la autopsia era el "estándar de oro". No obstante, tanto la tecnología de TC como la de RM se aplicaron por primera vez a la autopsia forense de forma limitada en la década de 1990 y su utilidad continuó evaluándose desde la década de 2000 hasta el presente. Sin embargo, los estudios se vieron obstaculizados por el tamaño pequeño y el diseño limitado (p. Ej., No cegado y la autopsia se utilizó como estándar de oro en lugar de autopsia + modalidad de imagen avanzada). Estos primeros estudios arrojaron evidencia inconsistente sobre la utilidad de la TC post mortem para reconocer lesiones e identificar la causa de muerte. Sin embargo, se determinó que, como mínimo, la TC era un complemento útil para la autopsia forense. En general, la TC es mejor para evaluar los huesos y la RM es mejor para evaluar los tejidos blandos.